ACERCA DE NOSOTROS

HISTORIA COMO NACE DOÑA ANA TÍPICO CHOCOANO

Databa los años    80   cuando Ofelia, atravesaba sus 17 años, mujer de campo, mina y rios; oriunda del corregimiento de «Ibordó Patiño – Certegui»

Por aquella época, se salió a vivir con Nemecio,  policia raso, Istmineño recién  graduado con mucho esfuerzo; quien tenía a su cargo su primer hija y su sobrina Ana, hija de su hermana mayor, de la cual se había hecho cargo, una vez esta había partido a Venezuela.

Inició así el hogar de los Mosquera – Mosquera, los cuales en los siguientes cuatro años tuvieron cuatro hijos más. 

Trasladado a Quibdo, con una familia de ocho integrantes y una  única fuente de ingresos, Nemesio,  llamó a su mujer y le dijo: » la vida acá,  esta cosa está muy dura, la plata no alcanza pa’ más y a duras penas estamos comiendo; necesito que me ayudes y te pongas a hacer algo.

Ofelia, con la cabeza grande de preguntarse ¿qué podría  hacer?  Empezó a cocer,  amasar pan, vendia empanadas por las tardes, lavó y planchó ajeno y hasta monto un Villar.

 Ayudada por «Ana» la sobrina de su marido, tuvieron una venta constante (todos los sábados en las tardes) de pasteles chocoanos, los cuales tuvieron una gran aceptación entre los comensales y boquisabrosos de la ciudad.  Dado que en el cocinar de ofelia, se reflejaba el sabor ancestral culinario de las negras de antaño.  Saber transmitido de generación en generación » Ortencia le enseñó Soledad – Soledad le enseñó a Licenia – y Licenia me enseñó a mi»  relata Ofelia.

Técnicas de adobo para el  ahumado en barbacoa,  carne de cerdo curada, encurtido de verduras entre otras fueron incorporadas en la preparación de los pasteles.  Lo cual les hizo ganar la aceptación y reconocimiento como cocineras tradicionales .

Levantados a punta de pastel, fue así como Ofelia; con la ayuda incondicional de Ana pudo darle estudio,  techo, comida y universidad a sus cinco hijos; aún después del fallecimiento temprano de su esposo, aún después del accidente en el que recortaron parte de su fémur para que volviera a caminar.

Corrieron los años 90, y los 2000 y liderados por Ana, la tradición pastelera seguía intacta, integrando como empleados a los hijos, y familiares en la medida que se jovenciaban y desarrollaban habilidades.  Unos picaban verduras, preparaban carnes y el arroz, otros vendían el producto en las tardes en barrios aledaños; lo que si hacían todos, era llevar cierta cantidad de pasteles para vender en el colegio, así levantar lo del descanso, ya que los ingresos de la familia no daban para un lujo como ese.

Pronto el negocio de la familia se popularizó como fuente de empleo sobre todo en jóvenes entre los 15 y 18 años del barrio Paraiso y sectores aledaños, que veían en la venta de pastel una forma de ingresos para ellos y sus familias, ya que muchos de ellos,  pernoctaron el Quibdó producto del desplazamiento que por aquellas épocas se vivía en los ríos cercanos al Atrato como Munguidó.

Entrados en la segunda década de los años 2000, Ofelia y Ana  cosechaban los frutos de tanto esfuerzo y sacrificio,  al ver como cada uno de los  muchachos, se iban profesionalizando; las mujeres en la universidad y los hombres, siguiendo el camino del papá,  en la policía; al unísono iban haciendo su vida familiar independiente,  llegando con ellos los primeros nietos

Entre los años 2012 y 2015 cuando la desigualdad e injusticia social en la que ha estado sumergido el país se les hizo presente en forma de violencia,  esa de la que solo se escuchaba en televisión, radio o en voces de hechos pasados y acontecidos lejanos.  Sus muchachos, los mismos vendedores de pastel, esos que conoció pequeños,  inocentes y cajulos; seducidos por los lujos de una vida consumista y avivados por malos referentes que la televisión y el capitalismo inconsciente endiosado como modelos a seguir. Muchachos acorralados entre la espada de la violencia, grupos delincuenciales al margen de la ley y la droga, y la pared de una vida con limitaciones y sin oportunidad; sucumbieron ante falsas promesas de éxito, convirtiéndose «algunos de ellos, no todos» en atracadores, extorsionistas y saboteadores de la tranquilidad de la familia

Actos delincuenciales como el quitarle el dinero de la venta a los otros, simular atracos, estropear al compañero que no se dejaba quitar el dinero y hasta mandar panfletos de extorsión con citas como: » plata o plomo » colmaron la paciencia de Ana, quien en aquella época tenía el remo sola del negocio; llevándola al extremo de no querer continuar.

Fue entonces cuando una de las hijas «Diana» la cual se profesionalizo en Administración de Empresas levantó la mano y su voz diciendo «NO, el negocio no lo debemos acabar, lo debemos transformar » y fue así como empezo la nueva etapa de la empresa familiar: Doña Ana Típico Chocoano.

ESO SI ES TÍPICO CHCOANO

PASTELES DOÑA ANA

Alimentamos personas con el mejor sabor de la gastronomía chocoana, preservando sabores, tradiciones y los valores culturales que su gente teje alrededor de la comida; sustendados en la calidad, accesibilidad, diversidad y sostenibilidad.

Soportados en productos derivados de la gastronomía chocoana, nos venos ubicados dentro de las 50 mejores empresas productores de alimentos del mundo; dispuestos en superficies de comercialización y espacios culturales propios, posibilitando experiencias alimenticias ancestrales.  Embajadores del sabor y saber culinario del Chocó, agregando identidad, valor y prosperidad a sus colaboradores y comunidadundo.
Misión.

En Doña Ana Típico Chocoano somos:

  1. Buena gente
  2. Alegres
  3. Solidarios
  4. Boquisabrosos
  5. Higienicos

CRONOLOGIA

QUE NOS MOTIVA

El pueblo al que pertenezco, ha sido un pueblo de grandes luchas y desafíos; y a pesar de ello siempre ha conservado su alegría.  Pocos de sus hijos hemos sido benditos con la capacidad y oportunidad de transformar las realidades que se viven. Esa es mi mayor motivación, evidenciar a mis coterráneos que lo nuestro es valioso, y de ello se pueden crear estructuras generadoras de bienestar para todos

PASTELES DOÑA ANA

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